Gracias Ángela por dejar un poquito de ti en mi blog, por contar tu historia y expresar tus sentimientos y pensamientos. Es muy útil para que otras personas en tu misma situación al leerte puedan guiarse y sepan qué pueden hacer si están en esta parte del proceso.
La Fecundación in vitro (FIV) es el tratamiento al que todas las que empezamos el camino de la reproducción asistida desde la Inseminación artificial (IA) no queremos llegar. Yo también soñaba con lograr un positivo en mis primeros tratamientos, es decir, con un embarazo relativamente barato y con poco desgaste. Pero cuando los tres primeros ciclos fallaron, tuve claro que era el momento de dar un paso más. Y es en ese momento donde empiezas a verle el lado bueno a la FIV.
La FIV es el tratamiento de Reproducción Asistida por excelencia
Aunque la IA es una técnica fabulosa, es innegable que la mayoría de embarazos en reproducción asistida se consiguen gracias a una FIV (ya sea con gametos propios o donados). Y es que el porcentaje de éxito de una técnica respecto a otra se duplica en la mayoría de los casos. ¿Entendéis ahora por qué digo que es fácil empezar a verle el lado bueno? El subidón es instantáneo al escuchar que tus probabilidades de éxito han pasado del 20 al 45 por ciento. Pero todo tiene un precio... y no me refiero solo al económico, aunque desembolsar miles de euros y no tener un resultado asegurado es duro.
¡Cuidado! Las hormonas pueden tomar el control
La estimulación para una FIV no es ninguna broma. La cantidad de hormonas que soporta el cuerpo en apenas 10 días es bestial y sería absurdo esperar que no le afectase en todos los aspectos. Si manejar nuestro estado anímico ya es complicado en cualquier situación de presión, hacerlo con las hormonas por las nubes se convierte en misión imposible. Recuerdo especialmente las esperas en la clínica de fertilidad antes de pasar a consulta. Los controles ecográficos tenían lugar casi un día sí y otro también. En aquellos momentos me sentía como una bomba a punto de explotar, y creo que las hormonas tenían mucho que ver.
Pero el estado anímico no será lo único que se resienta. El mayor riesgo físico que corremos quienes nos sometemos a una estimulación de este tipo es el de sufrir el síndrome de hiperestimulación ovárica. Por suerte, los médicos cada vez controlan mejor que la incidencia de este síndrome sea baja. Pero a veces esa cautela choca con nuestras ganas de tener cuantos más ovocitos mejor... Es un sentimiento normal, pero desde la distancia os digo que no desesperéis si en los controles ecográficos no hay demasiados folículos. Solo necesitáis uno bueno.
La punción y el baile de números
Tras la estimulación llega el momento que aterra a muchas mujeres. Probablemente ese miedo se deba a que es la primera vez que entráis en quirófano. ¡Tranquilas! Aunque a cualquier procedimiento médico hay que tenerle respeto, lo cierto es que la punción apenas dura un cuarto de hora. Lo difícil viene después.
Lo primero que os dirán es cuantos ovocitos han extraído, y a partir de ahí los números serán vuestra única preocupación. Al día siguiente, os llamarán desde el laboratorio para deciros si todos eran maduros y cuantos han fecundado. Y días después os comunicarán cuantos embriones siguen adelante con su desarrollo. Normalmente esos números seguirán una tendencia decreciente y cada bajada será un motivo de disgusto.
No creo que haya momento de mayor tensión en los tratamientos. Quizás esto sea más duro incluso que la betaespera... Estoy segura de que, si pudiéramos, nos pasaríamos horas mirando a nuestros embriones y analizando que ocurre a pesar de no tener conocimientos de embriología. La tecnología existe, pero por suerte para nuestra salud mental creo que ninguna clínica la ha puesto al alcance del paciente.
La transferencia: el momento clave
Muchas chicas hablan de la transferencia embrionaria como un acontecimiento mágico. Dicen que es el mejor momento de los tratamientos de fertilidad. No lo discuto. Realmente es un instante único, pero nunca pude vivirlo libre de preocupaciones. Cuando entraba a quirófano y veía al embrión, siempre me preguntaba si seguiría vivo unos días más tarde. Y si la responsabilidad era mía si no era así. Espero que ninguna de vosotras comparta esto conmigo. Puede que estéis conociendo a vuestro hijo, y ese recuerdo no se merece estar empañado por nada.
Una vez que el procedimiento acaba, en mi clínica no recomiendan más que 20 minutos de reposo en la habitación del centro antes de retomar el ritmo de vida normal. Tras mi primera transferencia, aproveché que nadie vino a echarme para estar más de media hora. Me hubiera llevado horas allí tumbada. Sin embargo, la segunda vez me costó aguantar siquiera 15 minutos en la cama. Solo quería salir de allí. Los dos tratamientos fueron positivos, así que la conclusión que saqué es que no conviene obsesionarse con esto.
Y ahora sólo queda esperar
Siempre había pensado que las betaesperas de las FIV eran más fáciles que las de IA. Ya sabéis que son algo más cortas... Pero me equivocaba de pleno. Si la betaespera duraba 16 días (IA), me empezaba a poner atacada el décimo día. Si duraba 13 días (FIV), el drama comenzaba el séptimo día y multiplicado por dos. ¿Por qué me ocurría esto? No tengo ni idea.
Nunca conseguí llegar a la beta sin hacer test de embarazo en casa. Tuve suerte y vi todos los positivos que no había visto en mis tratamientos anteriores. Pero que una FIV no funcione a la primera tampoco es motivo para desanimarse. Ningún tratamiento de reproducción asistida es infalible. De hecho, mi primer positivo acabo en aborto y sólo dos meses después estaba embarazada de mi hija.
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¿Conocías la historia de Ángela? ¿Y su blog? ¿Si has pasado por un proceso similar, cómo lo has vivido?
CICLOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA
- Inseminación Artificial
- La historia de Madre Solterona
- Fecundación in Vitro
- Adopción de Embriones
- La historia de My Baby Comes
- Ovodonación
- La historia de Mi Nube Violeta
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